Al amanecer encuentro que el rocío cuelga sobre ligeros hilos de cristal … 
Me lo voy a perder.
Se que me lo voy a perder.
Me voy a perder el sabor de tus labios, de tu palabra cautiva.
El calor de la piel que contiene los límites de tu alma.
El reflejo de la tarde, que envejece hasta morir, en el espejo de tus ojos.
El verbo susurrado al borde de tu oído.
Los efectos colaterales de algún “buenos días”, abandonado suavemente sobre la almohada.
El calor de la primavera dorando tu piel y la fragancia de mil colores atrapada entre tus manos.
Un adagio compartido… el de Albinoni, por ejemplo; y, por ejemplo, justo al fondo, en el horizonte, el sol que se pone compás a compás.
Se que me lo voy a perder…
Me voy a perder las formas imposibles que las gotas de lluvia dibujan sobre los cristales y el aroma a café… La mirada continuada, sin límites, sin ausencias.
El agua de la ducha correteando por los límites de tu piel, sinuosamente, entre paraísos sin explorar .
El sabor fresco de tus labios, bajo la lluvia, un día cualquiera de otoño.
Me voy a perder el perfume de la piel tuya sobre la piel mía…
Tu cuerpo náufrago eterno, desnudo, fragante al amanecer, confundido en una marejada de sábanas blancas.
El calor de tu yo mas hondo y el placer al borde de los poros de la piel…
La luna llena posándose sobre tus sueños, alguna noche, testigo mudo del encanto que te contiene.
Se que me lo voy a perder… lo sé.
José Angel Fernández Díaz.
Atrapados o bunquerizados en sus locus, imperturbables en sus ideas, egoístas en sus formas, 
Burócratas del pensamiento, interpretan la realidad desde sus legajos, anacrónicos y oxidados por los años... no advierten que el tiempo no mira atrás, que corre loco en una sola dirección y que entretanto la realidad social muta, evoluciona, se reinventa... Es preciso hablar el mismo idioma para entendernos, porque algunas veces no basta con los gestos, es necesario leer en el libro de cada día para saber como va a discurrir la imprevisible historia.
Apilo, sobre la pequeña mesa que acompaña mis sueños nocturnos, y sin otra preocupación que un posible derrumbe sin grandes consecuencias, libros leídos donde rebuscar y libros para leer y comprender, para entender o no… los voy colocando unos sobre otros para llenar el tiempo previo al sueño. La compañía es agradable pues la mayor parte son viejos amigos y compañeros de viaje. Los nuevos perfectos desconocidos que sumo al grupo, parecen mirar con desprecio, desde sus hojas blancas y sus tapas impolutas, aquellos otros heridos por mi lápiz de subrayar y gastados por el ir y venir entre meses y años… En los nuevos temo encontrar esos burócratas del pensamiento, temo perturbar mi sueño con perspectivas atascadas en un tiempo que no es el que tendría que ser… Es, al fin, parte de la aventura: destapar para conocer y luego verificar si vale la pena el viaje… y quizá si algún día guste repetir.
Apilo sueños soñados y sueños por soñar; historias conocidas y por conocer… ideas amarradas al pasado y otras que son futuro… Gustosamente atrapado en la esquina verde, entretengo los silencios previos al sueño con el ruido que se esconde entre los espacios blancos de las páginas que todas juntas son un bloque de la montañita de libros que crece sobre la pequeña mesita de noche.
No paraba de buscarse en el interior del espejo inestable que el agua ofrecía. El sol del atardecer acariciaba los límites de la piel que lo contenía, teñía de oro el susurro de cada poro y los hilos que ataban aquella respiración suya a la vida generosa.
Las manos curiosas intentaban atrapar el contenido de aquel reflejo familiar en el interior de las aguas o tal vez al otro lado del espejo… Al levantar el fruto de su reflejo encontraba que se deslizaba entre sus dedos sin entender como podía suceder tal cosa.
Un leve golpe sobre el agua hizo desaparecer la imagen y desconsolado rompió a llorar … cuando retiró las manos, sin apenas experiencia, que limpiaban las lágrimas aquellas, que súbitamente cegaron los ojos a rebosar de cielo y sol; sorprendido, descubrió que estaba otra vez allí, sobre el cielo frio del espejo efímero…
José A. Fernández D.
En la esquina verde las playas han quedado habitadas por los ecos de la memoria… Las mareas han borrado las últimas huellas y solo las fotos guardan el peso de la alegría y el calor sobre la arena… El otoño entra en escena y desencadena furiosas sensaciones que habrán de ilustrar el trasiego entre la naturaleza desbordante y pletórica de las cosas y la cadencia inolvidable del invierno…
La imaginación se apostará tras los cristales, mirará la vida pasar desde el interior desbordante de los sentimientos y el tacto frío del tiempo que viene…
Es tiempo de aventura interior…
Para cuando ella dejó caer la mirada tímida, hasta posarse sobre el suelo barnizado por la lluvia, el y su verbo nervioso y apurado ya habían avanzado hasta rozar el principio y el fin de un discurso ensayado ante el espejo de sus noches de silencio.
“Déjame invadirte sin oponer resistencia; no me impidas ahora llegar a tus límites pequeños, vencidos los grandes, porque el mío es un ataque definitivo… tendrás que rendirte, déjame alcanzar tus cimas, conquistar tus valles, perderme si es preciso en tus rincones, acariciar el cielo que pesa sobre tu piel o la tierra sobre la que discurren tus pasos… déjame quererte… quererte hasta que me duela… “
Las últimas palabras aun rebotaban entre los árboles que poblaban la esquina elegida y la brisa jugaba a ser cómplice de quien deseaba ocultarse de aquella mirada.
Ciertamente la sinrazón no tiene prisa y la razón se regodea en el tiempo.
El no supo insistir…
Ella no quiso entender…
El aprendió a resignarse…
Ella no supo, confundida…
El se fue en silencio, sin respuesta…
Ella se quedó sola, escuchando el furioso latido de su corazón…
En la esquina verde, el final del verano se había apuntado dos víctimas. Entretanto las hojas vencidas comenzaban a ocupar las calles, la lluvia cobraba cierto efímero protagonismo y las noches ya no eran tan cálidas…
José A. Fernández D.
Ingredientes:
Un sábado noche.
Una casa
Un padre negado (o era abnegado???)
Dos hijos: una niña de 7años y un niño de 2
Un perro (opcional).
Una madre ausente (trabajando)
Un horno ordinario (o culto)
Una pizza congelada
Elaboración:
Leer las instrucciones que suelen esconderse tras la capa de hielo que conserva la Pizza… Precalentar el horno e interactuar con el perro, los niños y la pizza congelada… Engañar la inquietud natural de los niños explicando que la cosa va bien y rogar a todo el catálogo de dioses del universo que la luz amarilla de la temperatura se apague pronto, para poder introducir la pizza.
Es el momento adecuado para utilizar el perro (siempre que se disponga de uno)… El perro; cualquier perro, es el único enemigo no confeso del hombre incauto… da mucho juego, siempre que no esté esperando por su porción de pizza (no descartar tal posibilidad). Cuando por fin se apague la luz amarilla del horno, se supone que se ha alcanzado la temperatura adecuada o en su defecto la que se ha seleccionado (la correcta suele aparecer reflejada en las escuetas instrucciones que a estas alturas reposan en el cubo de la basura)… Recuperadas las instrucciones se contrastará la temperatura y si es la correcta (poco probable), se procede a introducir la pizza. Si no lo es, toca seguir interactuando con los habitantes de la casa. La imaginación ha de compensar la falta de atención… algunas cosas no son gratuitas… En algún momento sujeto a las variables espacio – tiempo, la luz amarilla se apagará (también puede fundirse… algunas incluso terminan muy hechas)…
No tema los niños y el perro no se han estropeado. La reacción de euforia ante la pizza dentro del horno es normal, también la mirada lujuriosa y los saltos de alegría. La tensión sucederá a la euforia. Resulta ciertamente patético: padre, hijos y perro observando a través de una pequeña ventanita iluminada como aquel poco apetecible objeto inexplicable de deseo, se convierte en una jugosa pizza de verdad. Es como una aparición… el resto de la humanidad no lo sabrá o no podrá crerlo.
Es complicado acertar con el momento justo en que se ha de apagar el horno. Es importante retirar la pizza tras apagar el horno pues este seguirá caliente durante algún tiempo, aún apagado, y la pizza se quema menos si está fuera. Antes de consumir verificar la dotación del botiquín de casa…
José Angel Fernández Díaz.
La realidad es una superestructura compleja y frágil, asequible y difusa algunas veces… pero entonces apetece más el mundo de los sueños o la fantasía, lo que podría llegar a ser pero no es.
La realidad nos despierta a zarpazos y con un “estoy aquí” en mayúsculas o en voz alta se presenta con un carácter inolvidable, cargada de imágenes y sucesos despreciables, dolorosos, inquietantes, representativos de la incoherencia que define al ser humano como único artífice de la maldad, también de la bondad… Somos parte del bien y también parte del mal … podemos ser malos o injustos intentando hacer el bien y utilizar el mal para ser generosos y esto es casi nada. Amando podemos herir y llegar a matar. Es posible que el hombre tenga la capacidad de terminar con la vida de otros hombres mas que la propia muerte… En la realidad la cualidad de enemigo existe siempre, porque nunca falta el otro que discrepa. La humanidad no entiende nada bien el inmenso significado de un simple encuentro entre tres letras: “paz” .
En el mundo de los sueños uno puede deslizarse con suavidad, sin tropezar , sin ser agredido… las pesadillas son la realidad soñada…
Me gusta soñar, atraer del mundo inventado ideas para la realidad desbordante. Los sueños están hechos de las mejores piezas que componen la realidad pero la realidad los distorsiona interpretándolos como desviaciones de inconformistas, egoístas e irresponsables…
Me llevo, cada día, al mundo de los sueños mis ideas, recuerdos, conocimientos, ilusiones, desilusiones, y no parece que el equipaje sea cualquier cosa. Al despertar encuentro que he soñado y que justo enfrente vuelvo a tener la realidad mirándome a los ojos al tiempo que dice: “soy yo quien manda, y tu, ahora, estas despierto”…
José Angel Fernández Díaz.
La comodidad no parece ser una de las virtudes que adornan este mueble de estilo .... tortuoso.
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- Vendo Manual de Supervivencia para Corazones rotos, con mucho uso.
- Se agradecen los comentarios... yo también tengo derecho a leer.
