El blog de atrapado-en-la-esquina-verde

Al tiempo que se mezclaba el borboteo del café en la cafetera, Bach y un suspiro más de Amanda que de Alfonso; al tiempo que la luz se iba dejando espacios muertos para ser ocupados por la noche; al tiempo de todas esas cosas pequeñas y grandes, Amanda y Alfonso, acordaron irse a vivir juntos.

Tres días después aún llovía. Amanda había hecho acopio de aquellas cosas de las que no hubiera podido prescindir sin perder el pasado,  y se preparó para llevar su vida a otra parte...

Tres días después aún llovía. Alfonso llenó caja y media con cosas que solo servían para vestir esperanzas y una pequeña maleta con trapos para pasar desapercibido;  acordó consigo mismo tomarse la vida en serio…

Cuatro días después aún llovía. Amanda llegó y entró en el piso de Alfonso. Alfonso no estaba… Olía a libros abandonados y un poco a café de despedida…

Cuatro días después aún llovía. Alfonso llegó  y entró en el piso de Amanda. Amanda no estaba. No había flores en la mesa de la cocina pero su perfume seguía allí…

La tarde del cuarto día entró el sol por la ventana de la cocina de Amanda. Alfonso respiró profundamente, dejó la silla desde la que había estado mirando a ninguna parte y decidió ponerse a buscarla entre paredes y cosas propias…

La tarde del cuarto día entró el sol por la ventana de la sala de Alfonso. Amanda corrió las cortinas y dejó que la luz lo ocupara todo. Comenzó por recorrer libro a libro el camino que tenía que llevarla a Alfonso.

Amanda se encontró en un espejo al fondo del pasillo…

Alfonso se encontró en un espejo al fondo del pasillo…

Concluyeron, ambos: Amanda y Alfonso, que aquellos espejos siempre estuvieron allí. Hacían del fondo del pasillo un lugar sin límite. Una puerta al otro lado.

Concluyeron, ambos: Amanda y Alfonso, que aquellos dos lugares; la casa del uno y la casa de la otra, habían sido la casa de los dos tanto tiempo que, en la una y en la otra estaba recogida la vida vivida desde que se conocieran nueve, casi diez años atrás. Terminaron por caer en la cuenta de que su equipaje, el peso de su mudanza era tan pequeño, simplemente porque no se iban a ningún lugar ajeno… uno de los dos no… ninguno de los dos.

La mañana de quinto día, Amanda despertó con el perfume de Alfonso en las mantas. Buscó el teléfono y marcó el número de Alfonso…  

La mañana del quinto día, Alfonso despertó con el perfume de Amanda llenándolo todo. Buscó el teléfono y marcó el número de Amanda…

Alfonso comunicaba…

Amanda comunicaba…

Tras varios intentos,  de una y otra parte; Alfonso,  el menos tenaz, desistió. Entonces Amanda, consiguió hablar…

Alfonso contestó…

Amanda contestó…

Ambos se escucharon decir al mismo tiempo: “algo hemos hecho mal”…

José A. Fernández Díaz.