Vuelve…intenta hacerlo. Piensa, mientras mira al fondo de la página en blanco. Tiene cosas que contar porque la vida, afilada, ha vuelto a herir hasta hacer sangre.
Teclea las primeras letras de una historia que nace muerta …¿de miedo?, ¿de cansancio?... Nace poco a poco, alentada por las palabras que se suceden una a otra, haciendo de la esperanza el prólogo de lo que puede llegar a ser.
Candela se fue con su música a otra parte. Puede que, si busca bien, algunas notas se hubieran quedado atrapadas entre las sábanas o señalando el punto exacto de algún libro por el que pasaron juntos, cuando leían en voz alta. También puede que, Candela no fuera otra cosa distinta a uno de esos sueños que hacen de los despertares, crueles caídas al mundo de las horas vacías.
La casa huele a Candela…Los sueños no tienen olor cuando se acaban. Son, los sueños, la cola de alguna nube fugaz; de esas que son prisioneras del cielo que toca. Si es azul inmenso o gris interminable no deja de ser cielo; pero lo es para diluir las nubes…
Inconsciente-mente, derrota el silencio que no deja salir la historia que tiene que contar; lo hace, tecleando fuerte y sin mirar a ninguna parte. Respira hondo, cada vez, todas y cada una de las veces que escribe el nombre de la mujer que se fue. Las historias de amor tienen nombre; también es costumbre escribir el nombre de quien habita en el espacio que cubren las lápidas…y que en realidad ya no existe. Candela existe y dejó una historia hecha…pedazos.
Deja, súbitamente, abandonado, el teclado… La ventana enmarca una tarde placentera. Ursula, la gata, quiere entrar. Abre y entran; la gata, la tarde tibia, el olor a primavera y las ganas de recuperar esas cosas que han hecho nido en la memoria; esas que no sabe bien si fueron ciertas alguna vez…Lo fueron. Sobre la estantería, entre dos libros asoma una de las cuerdas rotas, envuelta en forma de corona, con la que ella hacía música. Puede que a partir de cierta edad, donde la consciencia tiene canas, las cosas simples tengan la virtud de hacer de las ruinas, huellas para saber volver…
¿Merece una historia?, ¿merecemos encontrarnos otra vez…aunque esta vez el final sea cosa mía?, ¿Es Candela un capítulo o la historia completa?.
Vuelve al teclado, mira los dos párrafos que han salido de la nostalgia o de la desesperación…deja caer el dedo sobre la tecla de “Retroceso” y , poco a poco desaparecen las palabras desde el final hasta al principio, como si no hubieran estado nunca…nunca.
José A. Fernández Díaz.