Nos pusimos a recordar; pero ello lo hacía mejor que yo…
Supe que te iba a querer para siempre, cuando me explicaste que el queso que había comprado por la mañana, en el supermercado en el que trabajas, no estaba estropeado. Fuiste delicada y concisa.
-¿Sabes que entre corte y corte, se coloca una fina lámina de plástico, para que no se peguen las lonchas?...¿sabes que esa lamina de plástico no es comestible, verdad?...
Te miré con pasión y no pude menos que reconocer que no tenía la menor idea de que esas láminas existían. Dime por favor –alcance a preguntar- ¿están por encima o por debajo?... Me miraste con curiosidad y me guiñaste un ojo.
Volví al día siguiente …
-Volviste una semana entera, a la misma hora y en mi turno. Me tocó explicarte, en la práctica lo de las lonchas y que también se utiliza en el jamón serrano. Algunos días después me regalaste una de las peores versiones que he escuchado de “solo pienso en ti”… Cantabas junto a la sección de arena para gatos…
“Me pongo a pintarte y no lo consigo…”
Pero conseguí , tras aquella tarde, que me invitaras a salir.
-Te invite a salir del supermercado; pero no supiste entenderlo y por no insistir quedamos para tomar una cerveza.
Las mejores historias de amor tienen estas cosas. Todo el mundo sabe que las cosas del corazón no son fáciles de entender. Yo, en términos técnicos, ya soy difícil. Creo que lo que más te gustó de mi fue esa tendencia a la excentricidad, que tantos problemas me ha traído.
-No, las cosas del corazón no son fáciles de entender. No sé cómo ni por qué decidí quedar contigo. Si, en realidad si, confieso que aproveché aquella primera noche para huir de una cena familiar. No soporto la conjunción padre republicano y tío monárquico… Fuiste un daño colateral.
Luego nació la pasión y eso nos llevó al primer beso. Tiene que ser al revés pero mi excentricidad aflora sin remedio… y contagia.
-Hablabas con pasión y sin parar de un tal Franco Battiato… y cuando decidiste cantarme uno de sus temas, en aquella hamburguesería, que ya no existe, afortunadamente, no encontré otro medio de detenerte, sin resultar desagradable, que plantarte un beso.
Después de aquel largo beso vinieron otros que nunca podré olvidar…
-Tenías una cierta fijación por cantar cuando estaba contigo. Algo tenía que hacer para evitarlo. Yo tampoco soy capaz de olvidar aquellos besos que ahogaban tu pasión por la música.
Tan solo quiero saber que mató nuestro amor. Confío en ti. Sé que tu serás capaz de encontrar una respuesta.
-Nuestro amor era como ese espacio que separa la fina lámina de plástico entre loncha y loncha de queso. Tu fuiste capaz de ver las dos piezas de queso pero no la nada que nunca las unió.
José A. Fernández Díaz.