Nacido para matar amaneceres,
disparó contra la luz de la luna,
con la munición húmeda de deseo
de una noche encasquillada.
Muerto de fríos importados del norte,
clavó la mirada en el fuego del infierno,
deseó con la cartera abierta en canal
encontrar un vendedor de almas rotas.
Nacido de una noche de resaca,
resucitado de borracheras repetidas,
ilustrado en placeres decorativos,
se fue con la siesta a otra parte.
Muerto en trozos irrecuperables,
insatisfecho de vivir vidas ajenas,
saltó la valla de sus propias fronteras,
para terminar apresado por fantasmas uniformados.
Nacido de notas descolocadas apropósito,
fue siempre más ruido que música,
con tambores de guerra inminente,
fue atrapado en una paz de cartón.
Muerto en vidas y desvaríos demenciales,
alertado de invasiones preventivas,
aburrido de ejércitos sin norte ni sur,
dio con el escondrijo de sus miedos,
en el miedo de los otros
Nacido entre las calles del olvido,
agotada la vida de no vivirla,
se fue,
Muerto de cansancio inverosímil,
con la música a otra parte.
José Angel Fernández Díaz