Antes de morir por primera vez me alisté en el ejército equivocado. Morir en el intento y perder pasó a los libros de historia como la victoria de los que solo ganaron porque nosotros perdimos… solo por eso que, sin ser cualquier cosa, no es suficiente.
Después de morir por primera vez, di con los huesos en la cárcel, donde conocí otros muertos que consolaban el tiempo perdido inventándose una república imaginaria, poblada por pasiones reales. Traía sueños parecidos en mi garganta muerta de silencio… y aprendí a hablar otra vez entre ellos, que solo sabían un idioma.
Imaginar y soñar no cuestan nada… Entonces, muerto de silencio y rabia condenada, aprendí que no costaban muy poco, si la vida era aquello… condenable y vencible.
Antes de morir por segunda vez me alisté en una mentira antisistema… un ejército comandado por prisioneros de sus propias mentiras. Morir en el intento ya no fue nada nuevo… morí aplastado por la esperanza defraudada.
Después de morir por segunda vez, di con mis huesos en la calle, donde me encontré silencio y desventuras. Alguien se había llevado a los luchadores y soñadores para dejar libre al monstruo. Los hombres y mujeres que luchan en las calles no saben sentarse en los despachos donde habita el virus … cuando lo hacen son parte del problema.
Antes de morir por tercera vez, haré de mis esperanzas algo mas que un grito de horror.
José A. Fernández Díaz