Nos encontramos súbitamente y súbitamente nos miramos al fondo de los ojos… los míos estaban llenos de tu luz y acorralados entre las paredes del silencio en el que se albergaba la noche…
Me gustó mirarte entre las ramas de los árboles, verte desaparecer tras las nubes y aparecer de nuevo para construir breves islas de luz y graciosas o inquietantes sombras… jugar contigo me inspira… luego termino dibujando en la paleta de mis sueños, con el estrafalario pincel de la memoria, relatos imposibles o poemas para dejar caer al pie del oído de mi amada…
Vienes poco por aquí y cuando te dejas ver, la noche tiene carácter, se me antoja inolvidable, placentera, rotunda, generosa con aquello de lo que habitualmente carece… esa luz tuya…
Una noche contigo tiene el encanto de un largo beso al atardecer con dirección al amanecer compartido entre sábanas revueltas…Es algo así como el tacto que tiene esa atmósfera intangible que sostiene los sueños… una noche contigo tiene el sabor de un dulce y delicioso licor nuevo, que tiene su horizonte en el borde que marca el final de la botella…
Me gustas, porque estás en silencio mientras el ruido de tu luz confunde el límite entre la noche y el día… Me gustas porque sabes a misterio y hueles a esperanza… también porque me dejas ver los ojos de mi amor bajo las estrellas tal y como si fueran una mas…
Que cosas tienes, cuando estás… llena a rebosar… y que graciosa cuando te presentas incompleta y juguetona como si avergonzada te escondieras detrás de la oscuridad…
Me gustas, Luna, porque las noches contigo son noches de pasión…
José A. Fernández Díaz