Overblog
Edit post Seguir este blog Administration + Create my blog
26 enero 2014 7 26 /01 /enero /2014 02:44

libros.jpg

                 Aprendí a caminar sobre la piel de los lugares donde he estado con poca prisa y mucha atención. De pequeño soñaba, soñaba con los ojos muy abiertos,  mirando papeles en blanco y dibujaba,  con trazos torpes, siluetas que se ocupaban de dar vida a las aventuras  de las que yo aún no era capaz. Al crecer me hice más pequeño y mis sueños  más grandes,  de tal manera que la fantasía consumía mí,  cada vez más, destartalada relación con la realidad.

                Para abundar en mi desconexión con el mundo que desaprovechaba a diario y en el que sin embargo debía sobrevivir, leía con golosa locura los libros que, a duras penas, podía comprar en una vieja tienda donde todo había pasado por otras manos y en consecuencia tenían una  historia propia ajena a la mía.  Visitaba aquella tienda con tanta frecuencia que conocía de memoria la disposición del género que me interesaba. Sabía cuando había ausencias y más de una vez llegué a lamentar  no haber sido capaz de conseguir el dinero a tiempo para hacer mío algún volumen, que me llevara de paseo no solo por la historia a la que se refería el título, también por aquella otra abandonada, de alguna manera, sobre  y entre las páginas, por quien lo tuviera antes que yo.

                Una tarde gris y ligeramente fría, con algo de dinero en mi bolsillo, acudí a mi vieja tienda. Me gustaba el olor  con el que me encontraba  tras empujar levemente la puerta que siempre  chirriaba,  tal vez para despertar al viejo dependiente del que, por cierto, nunca llegue a saber el nombre… Y hablábamos con frecuencia. Me contaba casi siempre y con brevedad la historia del dueño  del libro que llevaba conmigo y algunas veces el motivo por el que había llegado allí. Tenía, pues, en mi biblioteca  algunos capítulos de muchas vidas desgraciadas.

             Aquella tarde, me encontré con dos cajas nuevas sobre una de las mesas. Comencé a mirar los libros con el nerviosismo propio de quien se encuentra un tesoro. Cada título,  cada autor, cada textura y un poquito del interior fueron pasando por mis sentidos uno a uno. No me podía creer que todos y cada uno de aquellos ejemplares llamaran mi atención de aquella manera.  Al principio pensé que, tal vez acostumbrado al poco movimiento del genero, aquello no más que la alegría de encontrarme con algo nuevo… pero, pasado algún tiempo y a medida que miraba ejemplares, me percataba poco a poco de que allí estaban recogidos, todos juntos, los libros de mis sueños. Me atreví a pensar que incluso estaban dispuestos en el orden en que me hubiera gustado leerlos. Había notas en los márgenes y a pie de página, recortes de prensa, papeles plegados que podrían  ser  viejas cartas. Aquellos libros pertenecieron  indudablemente a una misma persona. La letra de las notas y las fechas de adquisición tenían el mismo autor. Aquellas cajas eran parte de una vida o una vida entera. No sé cuanto tiempo pasé allí recorriendo con locura aquellos volúmenes que colocaba en el mismo lugar de la caja donde estaban contenidos, como si fueran piezas inamovibles.

                El viejo dependiente leía bajo la luz cálida de un flexo situado sobre el mostrador y que ayudaba a suplir la pobre iluminación del lugar. Me hubiera gustado tener dinero suficiente para comprar aquellas dos maravillosas cajas llenas de tesoros. Imposible. Tomé los tres primeros libros y me acerqué para preguntar el precio, pues no estaban marcados. El dependiente abandonó la lectura, me miró con aire paternal y ciertamente triste durante un largo  espacio de tiempo. Coge otro – me dijo-. Consciente del poco dinero que traía conmigo le advertí y apenas me dejó hablar…  “ve y coge otro, por favor”…  Respeté el orden con el que estaban recogidos en la primera caja y volví al lado del viejo dependiente. Nos miramos. Puse lo que tenía en mi bolsillo sobre la mesa junto con el nuevo libro… sabía que aquello era insuficiente pero aquel hombre sonrió y,  buscando una bolsa, me dijo: está bien así, gracias... hoy, esta vez no tengo historia para contarte…

Volví a casa inquieto porque más de una vez estuve a punto de volver para pedirle que me guardara el resto de los libros, las dos cajas… hubiera resultado inútil y abusivo pues no sabía cuanto iba a tardar en reunir el dinero. Al llegar a casa saque los libros de la bolsa y observé que también él había respetado el orden.

            Maravillado con aquel hallazgo aquella noche no pude dormir hasta que consumí mas de la mitad del primero de los libros. Entre las últimas páginas había una carta de amor que aún guardaba algo del perfume de la dueña de una hermosa caligrafía…

No pasaron muchas horas  hasta que volví  para mirar si los libros seguían allí. Allí estaban todos. Salí con las manos vacías y la esperanza algo defraudada pero, de repente, cuando apenas me había alejado, se abrió la puerta y escuché que aquel hombre me llamaba: “chico, puedes venir un momento?...   Me acerque rápidamente y puso en mis manos una bolsa con tres libros  mas. Me explicó que consideraba que el día anterior se había equivocado con el precio y lo justo eran tres libros más. Miré  sus ojos y entendí alguna cosa mas… “gracias, mil gracias”- me dijo- pero esta vez tampoco tengo historia… se trata de la misma persona.

            Por el camino abrí la bolsa para descubrir que había respetado el orden…

            Poco a poco a lo largo de semanas y meses fui comprando algunos que luego aquel hombre complementaba con alguno mas atribuyéndolo a curiosas excusas.  No era capaz de entender cómo era posible que nadie más comprara aquellos libros. Cuando tan solo faltaban seis libros de la última caja, descubrí un cartel en la puerta de aquella tienda en el que se advertía el cierre inminente. -¿Cuándo? –pregunté… Pronto -me contesto-, pero tu tranquilo, esos seis libros son tuyos… no pueden ser de nadie más-.  No pude evitar preguntar por la historia de la persona que había poseído aquellos libros y a la que yo  iba conociendo poco a poco… “seis libros, te faltan tan solo seis libros”- me contestó.

            Junté algo de dinero y volví en cuanto pude. Me rompí en pedazos cuando encontré que la última caja ya no estaba allí y las mesas habían sido retiradas. Nada tenía ya el aspecto de mi vieja y amada tienda. Lo miré a los ojos con reproche. Iba a decir que me había engañado cuando se abrazó a una bolsa que tenía sobre su  mesa… Esto es tuyo -me dijo- te estaba esperando. Sabía que hoy ibas a venir… Puse el dinero que llevaba conmigo sobre el mostrador  preguntando con la mirada si era suficiente. El contestó: es más que suficiente, gracias…  Yo soy la historia de estos libros.

            José A. Fernández Díaz.

Compartir este post
Repost0

Comentarios

Presentación

  • : El blog de atrapado-en-la-esquina-verde
  • : Allí donde los verdes son variados e intensos, los mares furiosos algunas veces y otras tan pacíficos que son como el cielo azul, allí donde la tierra tiene antojos, perversamente montañosa algunas veces, suave y generosa otras, escarpada y escabrosa cuando quiere, fértil siempre; donde el sol se esconde enamorando la mirada o encogiendo el corazón. Aquí estoy gustosamente atrapado y describo el reflejo de mis profundas intenciones... Desde Galicia, mi esquina verde.
  • Contacto

Perfil

  • atrapado-en-la-esquina-verde
  • Invasor atrapado en el territorio sin límite de los sueños y lo políticamente incorecto... Eterno indignado y perverso militante de causas pervertidas.
  • Invasor atrapado en el territorio sin límite de los sueños y lo políticamente incorecto... Eterno indignado y perverso militante de causas pervertidas.

Anuncios con palabras

- Vendo Manual de Supervivencia para Corazones rotos, con mucho uso.

- Se agradecen los comentarios... yo también tengo derecho a leer.

 

 

 

Archivos

Páginas

Categorías

Enlaces