De súbito, el teléfono… y una voz que me dice: Alfonso murió ayer… un infarto.
Solo dos cosas, Alfonso, amigo:
En mi memoria, en esa parte donde se amontonan las cosas buenas que van llenando algunos lugares de nuestra vida, estas tu…. Si tú, Alfonso, ese con el que nunca me tomé una copa, ese que solo estuvo a mi lado para ayudarme, para aconsejarme…
Recuerdo, cómo no?, aquellos años dedicados a la política y, sobretodo, mi etapa de Concejal en el gobierno del Ayuntamiento… En medio te toda aquella mierda, de farsantes y mentirosos, de trampas y encerronas, apareciste tu… un operario del servicio de obras con un corazón inmenso…
Aquella mañana frente a la escuela de Vilaboa, coincidimos. Tú estabas solucionando un problema, utilizando la razón. Yo tenía algo que contarte: me iba, había decidido dejar el gobierno y el grupo político. Tenías que saberlo antes que nadie porque fueron tus consejos los que me abrieron los ojos. Recuerdo que me invitaste a compartir tu bocadillo y lo que traías para beber; gracias Alfonso, tengo que volver al Ayuntamiento, que aproveche…nos despedimos…
Una mañana me pediste que intentara ayudar a uno de tus compañeros a solucionar su problema con el alcohol; ese compañero tuyo era amigo mío y compañero también. Nos encerramos juntos en el despacho de la concejalía de servicios, me costó convencerlo de que debía internarse en un centro, terminamos llorando… ahora está bien, muy bien… gracias a ti… pero él no lo sabe. Yo solo fui la voz de tu razón.
No una, Alfonso, hasta veinte veces me aconsejaste tener cuidado con la gente con la que compartía corporación… tenías razón. Fue triste, doloroso aquel día en que presenté mi dimisión… pero acertado.
Siempre que nos hemos vuelto a encontrar trabajabas, con ansia, con amor, con alegría… te gustaba lo que hacías y lo hacías bien…. Lo mejor, amigo, tu buen humor…
Una segunda y última cosa, Alfonso, ya te dije que eran dos y yo no miento:
Lo siento, Alfonso, me duele saber que no volveré a verte… y que nunca más podré darte las gracias mirando a tus ojos sinceros.
Descansa en paz, amigo, mi último abrazo tiene el calor de un para siempre… Gracias Alfonso, gracias amigo.
José Angel Fernández Díaz