Se me antojó amarte en silencio porque el miedo a ser rechazado era mas grande que el valor para fracasar. Coleccionaba susurros, miradas, palabras sueltas que con egoísmo imaginaba mías. Me construí la silueta de un paraíso para los dos sin pedirte permiso…
Quien nos iba a creer si contáramos que una noche de noviembre, en el cielo, una estrella con prisa dibujó una estela, que guarda el secreto del deseo tuyo y del deseo mío… Dicen que no se deben confesar y solo yo sé el mío igual que tu sabes el tuyo… Me temo que algo tendrán en común; acaso el principio de esta historia que compartimos desde entonces; tal vez algo que está por venir y que nos mantiene entretenidos con este perverso y maravilloso espejismo.
Cuando dejé de amarte en silencio para hacerlo ruidosamente, la vida daba una vuelta de tuerca a mi destartalado mecanismo de improvisación… Cuando ya te amaba ruidosamente apenas me importaba que unas pocas cosas tuvieran otro color o se fundieran en un grave y cadencioso blanco y negro… tu, eras mi luz, el color y el calor…
Apenas puedo creer que fueras capaz de entender en qué idioma estaba escrito el rocambolesco y desenfrenado guión de aquellos días míos que luego también fueron tuyos … nuestros al fin. Me cuesta creer que me has hecho padre de hermosos días llenos de esperanza y amor, de ilusión desmedida y razones para pecar … También me has hecho padre de los de verdad; de esos que pasean orgullosos cogidos de la mano de pequeñitos sueños hechos realidad…
Se me antojó amarte en silencio porque el miedo a ser rechazado era mas grande que el valor para fracasar… y es que aquella vez me importaba que no hubiera un no. No hubo un si, tampoco… nos encontramos con una especie de “donde has estado todo este tiempo” “te he necesitado tantas veces que ya no se si dejarte ir”… y no nos dejamos ir. Decidimos estar para escuchar como poco a poco iba creciendo el jardín común de nuestra ilusión.
Me gusta amarte ruidosamente cada día, como si fuera un día cualquiera. Me gusta amarte ruidosamente porque nuestros sueños tienen un dormir profundo… Me gusta amarte ruidosamente porque no se hacerlo de otra manera.
José Angel Fernández Díaz