La vida tiene rincones, esquinas, recovecos … atajos, también atajos.
Pasan los años y, como si nada, de repente un día cualquiera uno se encuentra con que dispone de saldo, tiene una segunda oportunidad para reconocer en un viejo compañero de viaje el grato placer de la amistad verdadera.
José Manuel y yo dibujábamos, poco a poco, los perfiles de lo que íbamos a ser, en el mismo lugar, ciudad, colegio… instante o circunstancia histórica… Es cierto que pudimos ser amigos, entonces pudo haber sido… pero no fue. No me atrevo a decir como era y que cosas llenaban su vida porque apenas llegamos a conocernos. Entonces, en aquellos días de alocada construcción, de disparatado ensayo y reconstrucción permanente, me entretenía llenando mis espacios con otras personas que llamé y llamo amigos, que llamé y llamo transeúntes circunstanciales… Nos conocimos en Caracas y tuvimos tiempo para edificar una amistad, pero no sucedió… Perdí o abandoné Venezuela una tarde de Diciembre de 1984… Encontré Galicia una noche de diciembre dos días después … llovía, aquella noche llovía… Tras la lluvia había quedado esa otra patria, mis amigos, buena parte de mi vida construida y la oportunidad perdida de conquistar la cima de valiosas amistades…
Cuando me encontré con su voz, 28 años después apenas podía creer que se pudiera corresponder con la imagen que guardaba en mi memoria… Aquel chiquillo no podía tener ese tono de voz… Mientras hablábamos por teléfono un espejo de casa me ofreció respuestas; entonces fui consciente de que ya no éramos aquellos dos adolescentes que no supieron encontrarse. Hablamos, hablamos como nunca lo hicimos y, esta vez, en ese rincón, esquina o recoveco de la vida estaba esperando la amistad. Es cierto que nuestras vidas han discurrido por lugares distintos, no pensamos igual respecto a muchas cosas pero algunas cosas nos unen y eso es importante.
Una tarde de primavera tras demasiados años nos vimos por primera vez. Una larga playa solitaria, cerveza en la mano y la palabra justa y adecuada, confirmaron la intención de no dejar escapar esa segunda oportunidad.
José Manuel se parece a lo que yo quisiera ser, sin dejar de ser lo que soy en esencia… Tiene terribles defectos: es sincero y generoso… y alguna que otra virtud: utiliza adecuadamente la fórmula de la eterna juventud, no mide sus palabras y sentimientos y es un soñador sin argumentos … como todos los buenos soñadores… La amistad también es eso, un sueño sin argumentos…
José Angel Fernández Díaz