Justo al mismo tiempo en que encontró su imagen reducida al cuadro del espejo se percató de que un generoso rayo de luz se había posado sobre la cama vacía. Ella se había hecho memoria y el, un puñado de pedazos hechos de un cuerpo extraño a todo cuanto hubiera conocido antes.
Fruto de un pasado imperfecto se hizo un lugar con vistas a un futuro de dudosa calidad, anclado en un presente poblado de ausencias y poca cosa mas. Con la esperanza de no perderse solo en las noches, se hizo con, carnes y huesos, una esperanza en forma de mujer y se permitió caer en el amor periférico, asintomático y decadente… Se precipitó al vacio hasta darse un golpe mortal contra las piel dura de la soledad… una noche de luna llena; aquella noche de luna llena sin “cualquiera”.
Lo había perdido todo juagando a ser el hijo de un dios mas o menos menor y roto. De paseo por el futuro encontró que no había nada nuevo bajo los soles que a duras penas alumbraban la vida incuestionable pero con tendencia a desfallecer, de la que el se había hecho parte… Muy a pesar de la tecnología, aquello tenía pocos días por contar. Había equivocado la opción. Decidió viajar al final del mundo pensando que todo iba a ser mas fácil…Y lo primero en abandonarlo fue aquel sucedáneo de amor hecho a medida, en el que apenas creía creer.
Si ella no le hubiera pedido la luna, en aquel pasado confuso y olvidado, jamás hubiera pensado en viajar al futuro. Pero lo hizo, se ocupó de encontrar un lugar donde desdibujarse en el presente para reaparecer en cualquier lugar sin una luna cualquiera, mucho mas allá del pasado … al final del futuro.
¡Pfffffff, chisssssss!... La puerta del bus rompió en pedazos un sueño mágico y casi romántico…
José Angel Fernández Díaz.