Qué le compro?... el día del amor y yo aquí, en el parque, bajo un árbol deshojado por el pervertido otoño y víctima inocente de la lluvia y el viento que juegan con mi peinado, como si fuera una marioneta malhumorada. Consciente de que la compañía de los árboles en los días de viento y lluvia no es la mejor, pero tenía tanto en que pensar que apenas conseguía insertar los factores de la disparatada ecuación que dominaba aquel momento mío.
“No me hables de distancia cuando ya hay huellas del hombre en la luna”, leí en el tronco del árbol…¡pufff!, el trabajo que supone gravar a golpe de navaja, escribir una frase tan larga … bueno y pensar algo tan profundo también. Y buscar un árbol con la superficie adecuada y que no se queje al herirlo… Se me antoja pensar que hubiera sido mejor en la puerta de la nevera o en un espejo, pero, la verdad si fuera así, jamás llegaría a verlo. Puede que esta sea la definición gráfica de amor compartido… poco ecológica pero el fin justifica los medios, dijo Maquiavelo, en un momento en el que indudablemente estaba sometido a un claro ataque de amor.
Me fui por las ramas, aburrido, hasta llegar a una donde colgaba una pieza de ropa interior femenina… un tanga rojo sufrido (víctima de las inclemencias del tiempo), y enseguida recordé que en esas tiendas regentadas por ciudadanos asiáticos, llamados coloquialmente “chinos”, venden unas hermosas rosas rojas confeccionadas de tal manera que los pétalos terminan siendo un tanga rojo…y, de repente, me aborda una duda: ¿habrá versión masculina? ¿un calzoncillo tradicional en forma de crisantemo o geranio?... Que cosas tiene el amor; tangas en forma de rosa, bombones en forma de corazón, poco logrado, porque la víscera que nos mantiene vivos se ha simplificado de tal manera que su madre, si lo ve por la calle, no lo conoce; y si va con flecha de lado a lado, menos… Un hijo herido por un Robin Hood con mala puntería.
Pensé en un libro… Un libro; ¿qué libro?. Sé que sabe leer mejor que yo porque lo he comprobado, pero no tengo la mas mínima idea de cual es el tipo de libro que puede gustar a una mujer que ha decidido ser novia de un individuo como yo… Y si le escribo una poesía donde intento explicar cuanto me gusta ver como come espaguetis con almóndigas, desnuda sobre la alfombra… Almóndigas o albóndigas?, supongo que el corrector del ordenador me ayudará a acertar. Pero ¿cómo puedo comenzar una poesía sobre el amor?, esto es una locura.
Podría ser algo así:
“ Dime que sientes lo mismo que yo
Dime que me quieres, dímelo
Cuando zarpa el amor
Navega a ciegas, es quien lleva el timón
Y cuando sube la marea al corazón
Sabe que el viento sopla a su favor
No podemos hacer nada
Por cambiar el rumbo que marcó para los dos
Cuando zarpa el amor”
No, no… se que esto sale de mi cabeza pero también se que no me lo inventé yo. Puede que ella no se percate… Y si a esa letra le pongo música y le canto al oído con mi mandolina? Tiempos aquellos de Rockero rústico. El colmo de mi desfachatez fue aquella interpretación inolvidable de “Thunderstuck”, con mi destartalada mandolina. ACDC en estado mórbido me dijo un viejo rockero algo cocido con anís mal destilado. No… definitivamente no me veo con capacidad para poner música a una letra increíblemente profunda…
Esto es una locura. A quien se le pudo ocurrir inventarse un día del amor?... No es sano porque ya es duro amar como para pensar en un regalo por obligación… y si ella no me regala nada?. Puede que se olvide aunque en los supermercados se toman el tema muy en serio.
Una vez un amigo me regaló una frase que he conservado en mi cartera. Me dijo que un día, cuando encontrara a la mujer adecuada, sincronizara sus pupilas con las mías y en un tono apropiado recitará lentamente: “piensa en mi como una variante en el experimento de Dios… tal vez así puedas quererme como merezco”.
José A. Fernández Díaz.