Un supermercado está lleno de curiosos pasajeros.
Confundido, perplejo y al borde del abandono, apuraba los minutos de que disponía, entre las interminables muestras y cebos perfectamente alineadas y ordenados para capturar a una sociedad hambrienta de consumo… Buscaba una cosa de las que poblaban mi generosa lista y encontraba alternativas y variables pero difícilmente podía ser conciso y certero.
En algún lugar debe existir un supermercado de verdad… yo me he equivocado de dimensión y esto es el supermercado de un universo paralelo...-pensaba-… Por fin conseguí encontrar algunas piezas básicas de mi lista. Me percaté de lo a mano que sitúan cosas complementarias como por ejemplo: Café, leche, cacao, galletas…papel higiénico… ¡Marketing!...tenía que haber caído antes. Hallé una de las piezas clave para poner en marcha una compra rápida y certera.
Poco a poco mi cesta se fue llenando al tiempo que mi lista iba perdiendo razón de ser. Sin saber como llegué a un lugar sobrecogedor… Recuerdo, vagamente, haber pasado por la sección de ropa interior femenina y luego por la de ropa exterior; y lo recuerdo porque allí, en aquel lugar, llamó mi atención, en la distancia, una mujer vestida, escuetamente y con cierta elegancia, subida sobre unos tacones ciertamente a prueba de vértigo … vaporosa y frágil observaba piezas que invitaban a ser probadas…
Llegué a aquel lugar extraño donde nada era lo que parecía… Me encontré frente a frente con el inquietante mundo del tofú japonés, de la carne para vegetarianos,… de filetes vegetales de zanahoria con tofu y de tofu con zanahoria que quizá sea lo mismo pero no suena igual…
Me entretenía desmantelando mi típica y tradicional noción de alimento, ante semejante catálogo de despropósitos, cuando observé como justo a mi lado, en el sector dedicado a los yogures, la mujer aquella que había llamado mi atención, se interesaba por el género y la especie de todo cuanto poblaba aquel mostrador… Observé como comenzaba a plegarse, abriendo ostentosamente las piernas hasta quedar situada al nivel de la estantería mas baja y todo sin sentarse en el suelo… Yo no podía ni tan siquiera pensar hacer tal cosa sin que un dolor insoportable se hiciera con mi entrepierna… En un momento determinado se giró hacia donde yo estaba, y no me preocupó tanto no ser capaz de mantener a raya mi timidez ante el visionado obligado de su ropa interior, como tener que contestar a una posible pregunta relacionada con la mercancía en cuestión… Ella continuaba observando los yogures pero de perfil y en aquella extraña postura… Yo abandoné aquel mostrador y me dirigí al de enfrente… Allí me encontré con sucedáneos de casi todo… y me percaté inmediatamente de que aún no había abandonado el mundo donde nada es lo que parece o lo que no se parece a nada… Ella seguía allí… en aquella postura quizá algo mas acusada aún. Me preocupó, súbitamente, que pudiera haberle acontecido un tirón o un calambre y no tuviera valor para pedir auxilio…
Abandoné aquel lugar y me perdí entre frutas y hortalizas de temporada… algún tiempo después, justo al fondo, unos metros mas allá de los plátanos, estaba la salida… Lo había conseguido, casi…
Cuando por fin llegué a la caja me encontré con que ella estaba allí… Ella y un gran yogurt en frasco de cristal esperaban para pagar. Cuando iba a hacerlo dos de las monedas se escurrieron de sus manos y fueron a parar al suelo… Yo rescaté una para ella y justo cuando me incorporaba para ponerla en sus manos me encontré con que lo había vuelto a hacer… allí estaba, toda flexibilidad, frente a mi, recogiendo del suelo la otra moneda… Observé que llevaba recogido el pelo con un curioso moño y que su sonrisa era sincera… no quise observar mas… la posición no era la adecuada. Ascendimos casi al tiempo… ella lo hizo sin apenas emitir ruidos … yo chirriaba.
Tras pagar, envolvió su yogurt en una bolsa y lo metió en el bolso … yo me quedé allí pagando mis hallazgos y trofeos. Cuando salí de aquel lugar me encontré que ella acariciaba a dos perros que atados esperaban en el exterior… hablaba con ellos y demostraba gran cariño y respeto, desde el suelo, desde esa postura que tanto me había llamado la atención…
Me fui pensando que la costumbre nos hace flexibles y esa flexibilidad se convierte en normalidad y que la sociedad, empezando por mi, está llena de perspectivas distorsionadas de lo que las cosas son o deben ser.
José A. Fernández Díaz.