Apartó aquella cortina una docena de veces en la última media hora con la intención de encontrarse con la imagen de Rubén, su marido, de vuelta a casa. Una y otra vez hubo de conformarse con la calle ocupada por la noche, apenas dibujada bajo la luz amarillenta de las farolas, alguno de los muchos personajes del barrio, el miedo y nada más…
Había decidido no encender la televisión; ojos que no ven corazón que no siente, eso dicen y como terapia de choque funcionaba. Sabía que las cosas no iban bien porque en el barrio las voces indignadas llamaban a la protesta contra la protesta. Si solo fuera eso, si solo fuera la voz alta, elevada, contundente o el verbo afilado, armado por las ideas, si solo fuera eso no estaría tan preocupada seguramente. Pero a pesar de haber silenciado la radio y la televisión sabía bien lo que estaba sucediendo en cada rincón del país.
Por fin el ruido de la llave en la puerta y luego la repetición de gestos y costumbres. Casi podía ir diciendo lo que iba a suceder segundos antes. Rubén era un hombre ordenado y gobernado por sus costumbres. Se encontraron en la sala. Ella se había levantado del sofá justo cuando las llaves rompieron el silencio del hogar. Se miraron en silencio antes de saludarse con un beso y un breve abrazo. El dejó caer en la mesita del centro una vieja carpeta a reventar de contenido, su pipa y una pequeña bolsa de cuero donde guardaba mechero y tabaco… después sacó de uno de sus bolsillos su pequeña libreta de notas. Abrió aquella compañera suya y mostro a Amanda la última página…
-Está en blanco –dijo ella sabiendo que se trataba de una obviedad-.
-Igual que las conclusiones a las que hemos llegado… Así, en blanco, como si no valiera la pena hacer nada o como si nada que pudiéramos hacer tuviera sentido.
-Estas bien?
-No se si estoy, no se si he estado en algún lugar, solo se que las calles están ocupadas por la rabia, el odio y la sinrazón. Esta mañana han asesinado a dos compañeros y otros dos han caído del lado de quienes opinan de otra manera… Cuatro vidas, cuatro almas en unas pocas horas y todo sin sentido. Sabes Amanda, muertos son iguales, son vidas perdidas, brazos inútiles, manos silenciadas para siempre… es igual que hubieran pensado de una manera u otra, son lo mismo, carne, semilla para sembrar tristeza y fracaso.
- Dicen que las manifestaciones están infectadas de grupos infiltrados que están dispuestos a todo.
- Unos tienen miedo de perder lo que han conseguido y los otros también. Unos tienen mas de lo que necesitan y otros tienen esperanza… Lo que sucede es que ya no sé quienes son unos y cuales son los otros. En medio de los que manifiestan su rabia de manera legítima y ordenada se mueven otros que no tienen ideas, solo armas… en medio de los que manifiestan su legitima y ordenada defensa de nuestro proyecto en marcha, se han ido colando asesinos de esperanzas, asesinos armados con algo mas definitivo que la palabra…
-Qué vas a hacer?...
-Entregarme, entregarme en cuerpo y alma como lo he hecho siempre. No se hacer otra cosa. En la asamblea he manifestado mi firme convicción de que si no dialogamos, si no intentamos hallar un lugar común para el entendimiento esto termina con nosotros. Me temo que la información que llega al exterior pueda estar construida al gusto del consumidor y que terminemos por ser invadidos por el amigo de nuestras riquezas o el enemigo del amigo de nuestras riquezas… Cualquiera de las dos opciones será igualmente nefasta.
De súbito el silencio acompasado por el tic-tac de un viejo reloj que colgaba de la pared. Poco después entró por la ventana un ruido que se aproximaba lentamente. Se escuchaban personas y que gritaban consignas dispersas e incoherentes, detonaciones, cristales rotos… Amanda se acercó a la ventana prudentemente y tras mirar con dificultad, dejo caer el trapo para mirar a Rubén.
-Vienen entrando. Ocupan la calle central del barrio. Traen banderas y pancartas, palos y mucha rabia. ¿Quiénes son?
-No lo sé. No se si son los que estaban conmigo, aquellos con los que yo estaba o los que estaban en contra… son como esas nubes que vimos por la mañana. Recuerdas?... estaban hechas de pequeños trozos, dispersas, separadas por cachitos de cielo azul y poco después se convirtieron en una nube sola, compacta, inmensa que terminó por cubrirlo todo… no se quienes son y probablemente ellos tampoco. Se que terminarán por no reconocerse entre ellos mismos.
José A. Fernández Díaz.