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24 febrero 2014 1 24 /02 /febrero /2014 01:39

nubes.jpg

                Apartó aquella cortina una docena de veces en la última media hora con la intención de encontrarse con la imagen de Rubén, su marido, de vuelta a casa. Una y otra vez hubo de conformarse con la calle ocupada por la noche, apenas dibujada bajo la luz amarillenta de las farolas, alguno de los muchos personajes del barrio, el miedo  y nada más…

                Había decidido no encender la televisión;  ojos que no ven corazón que no siente, eso dicen y como terapia de choque funcionaba. Sabía que las cosas no iban bien porque en el barrio las voces indignadas  llamaban a la protesta contra la protesta.  Si solo fuera eso, si solo fuera la voz alta, elevada, contundente o el verbo afilado, armado por las ideas, si solo fuera eso no estaría tan preocupada seguramente. Pero a pesar de haber silenciado la radio y la televisión sabía bien lo que estaba sucediendo en cada rincón del país.

                Por fin el ruido de la llave en la puerta y luego la repetición de gestos y costumbres. Casi podía ir diciendo lo que iba a suceder segundos antes. Rubén era un hombre ordenado y gobernado por sus costumbres. Se encontraron en la sala. Ella se había levantado del sofá justo cuando las llaves rompieron el silencio del hogar. Se miraron en silencio antes de saludarse con un beso y un breve abrazo. El dejó caer en la mesita del centro una vieja carpeta a reventar de contenido, su pipa y una pequeña bolsa de cuero donde guardaba mechero y tabaco… después sacó de uno de sus bolsillos su pequeña libreta de notas. Abrió aquella compañera suya y mostro a Amanda la última página…

                -Está en blanco –dijo ella sabiendo que se trataba de una obviedad-.

                -Igual que las conclusiones a las que hemos llegado… Así, en blanco, como si no valiera la pena hacer nada o como si nada que pudiéramos hacer tuviera sentido.

                -Estas bien?

                -No se si estoy, no se si he estado en algún lugar,  solo se que las calles están ocupadas por la rabia, el odio y la sinrazón. Esta mañana han asesinado a dos compañeros y otros dos han caído del lado de quienes opinan de otra manera… Cuatro vidas, cuatro almas en unas pocas horas y todo sin sentido. Sabes  Amanda, muertos son iguales, son vidas perdidas, brazos inútiles, manos silenciadas para siempre… es igual que hubieran pensado de una manera u otra, son lo mismo, carne, semilla  para sembrar tristeza y fracaso.

                - Dicen que las manifestaciones están infectadas de grupos infiltrados que están dispuestos a todo.

                - Unos tienen miedo de perder lo que han conseguido y los otros también. Unos tienen mas de lo que necesitan y otros tienen esperanza… Lo que sucede es que ya no sé quienes son unos y cuales son los otros. En medio de los que manifiestan su rabia de manera legítima y ordenada se mueven otros que no tienen  ideas, solo armas… en medio de los que manifiestan su legitima y ordenada defensa de nuestro proyecto en marcha, se han ido colando asesinos de esperanzas, asesinos armados con  algo mas definitivo que la palabra…

                -Qué vas a hacer?...

                -Entregarme, entregarme en cuerpo y alma como lo he hecho siempre. No se hacer otra cosa. En la asamblea he manifestado mi firme convicción de que si no dialogamos, si no intentamos hallar un lugar común para el entendimiento esto termina con nosotros. Me temo que la información que llega al exterior pueda estar construida al gusto del consumidor y que terminemos por ser invadidos por el amigo de nuestras riquezas o el enemigo del amigo de nuestras riquezas… Cualquiera de las dos opciones será igualmente nefasta.

                De súbito el silencio acompasado por el tic-tac de un viejo reloj que colgaba de la pared. Poco después entró por la ventana un ruido que se aproximaba lentamente. Se escuchaban personas y que gritaban consignas dispersas e incoherentes, detonaciones, cristales rotos… Amanda se acercó a la ventana prudentemente y tras mirar  con dificultad,  dejo caer el trapo para mirar a Rubén.

                -Vienen entrando. Ocupan la calle central del barrio. Traen banderas y pancartas, palos y mucha rabia. ¿Quiénes son?

                -No lo sé. No se si son los que estaban conmigo, aquellos con los que yo estaba o los que estaban en contra… son como esas nubes que vimos por la mañana. Recuerdas?... estaban hechas de pequeños trozos, dispersas, separadas  por cachitos de cielo azul y poco después se convirtieron en una nube sola, compacta, inmensa que terminó por cubrirlo todo… no se quienes son y probablemente ellos tampoco. Se que terminarán por no reconocerse entre ellos mismos.

                José A. Fernández Díaz.                  

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21 febrero 2014 5 21 /02 /febrero /2014 01:51

Espalda-de-Cristina-pastel-30X40cm-JM2381-g-1-.jpg

                Puede que no tenga demasiada importancia pero lo cierto es que poco a poco se consumía  el año 1984 en una ciudad colonizada por el asfalto y las grandes moles posadas sobre el suelo de un hermoso valle por el que discurría,  en otros tiempos,  un entrañable y limpio río que los habitantes del lugar llamaban Guaire… Caracas había dejado confundir sus verdes entre avenidas y algún que otro oasis rebosante de historia… y el Ávila, el cerro que miraba  la ciudad furiosamente viva desde  lo alto.

                Aquella mañana, incapaz de dormir un minuto más, abandonó su cama escuchando Éxitos 1090… sonaba Sounds Like a Melody  de Alphaville mientras el revolvía en su escritorio hasta dar con aquel primer verso que había conseguido construir,  a golpe de suspiros,  unas horas antes. Lo pasó a limpio rápidamente para dejarlo luego en su carpeta. Era un romántico, un viajero exquisito  y estrafalario sin destino concreto.

                “Puede que no tenga demasiada importancia, pero lo cierto es que tu pelo huele al paisaje de los sueños  en los que me gusta perderme, puede que esta ciudad en la que me voy perdiendo poco a poco como si diluirme o disolverme no fuera mas que el final de mi principio hasta que apareciste.”

                Con el café en la memoria, los libros en la mano junto con su carpeta,  bajó las siete  plantas  que lo separaban del paisaje donde crecían tan solo las esperanzas, caminó un poco bajo la luz grata de la mañana nueva hasta la anárquica parada del autobús. Lo vio llegar con lentitud  entre la cola habitual. Subió e inmediatamente buscó un lugar donde sujetarse en el pasillo central. La ciudad despertaba con fuerza y alegría. Inmediatamente llegaron a sus oídos una docena de conversaciones sobre tantos temas y tantas peripecias que no tardó en escapar al paraíso particular donde cosechaba sus locuras. Despertó cuando se percató de que su mirada huía al exterior donde una hermosa chica esperaba a que aquella máquina algo vetusta y ruidosa  terminara por detenerse.  La perdió de vista y volvió a soñar mientras los nuevos pasajeros sustituían a los que iban saliendo. Volvió a la realidad cuando se encontró con que en una barra vertical situada justo delante de sus ojos se sujetaba aquella chica de la parada…Sintió como si de repente el resto de aquella breve  humanidad no estuviera, respiró hondo, muy hondo y se llenó del perfume de aquella piel que había conquistado sus sentidos. Posó la mirada sobre aquel cuello de bailarina,  descubierto bajo un descuidado moño, atado con un lazo marrón oscuro… el resto, un cuerpo frágil cubierto por una camiseta blanca, un vaquero desteñido y unas zapatillas… todo tan simple y tan hermoso. Llevaba en la mano dos libros y una carpeta por donde asomaban algunas hojas desordenadas y un bolso de tela muy gastado.

                Decidió casi sin pensar que por alguna razón aquel día había comenzado antes de tiempo. Abrió su carpeta con dificultad en tan reducido espacio y plegó el papel donde había escrito aquel verso… terminó por colarlo con cuidado entre las páginas que asomaban por la carpeta de aquella chica. Todo justo a tiempo porque poco después el autobús paro y ella salió por la puerta del frente.

                Las horas de clase se fueron lentamente, tan lentamente que apenas fue capaz de no huir a su refugio  un par de veces en toda la mañana.

                Aquella noche volvió a escribir. Había dedicado la tarde a recopilar sensaciones. Aquel viaje en autobús había sido algo así como una manera de recuperar motivos para perseguir ese sentimiento del que tantas cosas  había leído y que contaban tantas canciones. Escuchaba una cinta de Lionel Ritchie, sonaba  Hello y el escribía y tachaba, borraba y rompía, volvía a escribir y tras releer  terminaba por entenderse cada vez menos. Por fin se encontró con algo que se parecía un poco a lo que quería decir.

                “No se bien si los sentidos son la ventana  por donde se cuelan los rayos de luz de los sentimientos, no se bien si son sentimiento esta sensación de que la vida late sola al ritmo de un corazón que no es solo el mío, no se bien si eres tu o soy yo  el que sueña y tampoco me importa, pero si eres tu, te ruego que no me despiertes”

                Apenas pudo dormir, como apenas pudo comer y cenar… era todo esperanza y un nudo de ilusiones en la garganta. Se encontró frente a frente con la mañana… la estaba esperando y fue llegando poco a poco, con demasiada lentitud. Otra vez la radio para acompañar la monotonía de cada día. Sonaba Africa de Toto como banda sonora que acompañaba el acto de doblar con cuidado su verso y colocarlo dentro de su carpeta…

                Contó las paradas y casi fue haciendo sitio para que ella pudiera estar en el mismo lugar del día anterior… No tardo en verla y tampoco en tenerla justo enfrente. Parecía una cita solo que en esta todo iba saliendo bien. Aprovechó que ella sacaba de su bolso un pequeño espejo plegable,  con el que intentaba recolocarse el pelo que se escapaba del moño y por los lados, para colar su nuevo verso en la carpeta. Pudo mirar sus ojos reflejados sobre la superficie del pequeño espejo. Tenían aquellos ojos luz propia y el gesto sincero de las nubes blancas sobre el cielo infinitamente azul…

                Se encontró otra vez con la noche y pudo escribir mientras imaginaba como podía ser el sabor de aquellos labios que seguramente nunca iban a ser para el.

                “He soñado en voz alta con el sabor de la piel con la que están dibujados tus labios y el tacto que tiene el calor de tus manos y el color de los ojos que aún no me han mirado y el perfume de un abrazo intenso… he soñado que no soy el viajero anónimo de un  corazón que no sabe si quiere conocerme.”

                Volvió a suceder… se repitió la cita y una vez mas aprendió un poquito mas de ella a través del espejo. Esta vez fueron sus labios que tarareaban una canción de moda…

                Pasaron los días y el se afanaba en describir con simples  palabras el itinerario de sus sueños para regalarlo a aquella chica de la que indudablemente se había enamorado y que aún no tenía nombre.

                Una noche describió con pasión pero  algo desilusionado como era su aventura interior desde que ella estaba por allí. Ella no tenía ninguna culpa. Aquello había sido tan solo una de sus pretendidas huidas hacía paisajes ajenos al mundo de quienes necesitan algo mas que sueños.

                “No se si el amor necesita de un nombre para existir de verdad, pero he sobrevivido amándote sin saber otra cosa mas que  puedo alimentarme con tu perfume cada mañana y con la imagen que de tu hermosa mirada me devuelve el espejo o el reflejo apetecible de tus labios… no se si tienes un nombre que yo pueda imaginar, apenas me ha hecho falta para hablarte en la noche, para decirte que esto que escribo eres tu o esa esencia que me ayuda a aguardar por  el amanecer con desesperación.  Yo no sé si el amor necesita de un nombre para existir de verdad pero el mío es tan grande que ya no me cabe en los versos.”

                Aquella mañana olía a primavera y nadie sabe por que. Volvió a suceder. Sin dificultad consiguió colar su verso entre los papeles que asomaban en aquella carpeta tan familiar… luego igual que siempre se fue por la puerta delantera.

                Al volver del receso entre horas encontró que de entre las páginas de uno de los libros que tenía sobre su mesa sobresalía un papel cuidadosamente plegado. Desdobló con cuidado aquello que parecía una carta y se encontró con una caligrafía desordenada y entrañable. No sabía si leerlo inmediatamente o dejarlo para después. El profesor estaba entrado en clase cuando el decidió salir sin dar explicaciones. Al pie de un árbol en el patio, respiró hondo y leyó…

                “Puede que no tenga demasiada importancia pero lo cierto es que poco a poco se me ha ido olvidando como es vivir cuando un día es igual a otro. Puede que no hubiera sido necesario saber como es tu nombre para sentir como un día tras otro, papel a papel, frase a frase te ibas haciendo dueño de mis horas… Es posible que aprendiera a mirarte a través de mi espejo porque me ha costado aprender a imaginarte sin pensarte como algo mas que un sueño.  Tengo tus ojos guardados en la memoria para soñar que me miran mientras aprendo para siempre cada verso que me has regalado…

                Mañana por la mañana no quiero un  verso en mi carpeta, tampoco una despedida cara a cara, no quiero huir por la puerta de siempre sin mirarte… Mañana por la mañana quiero que me cojas de la mano y juntos bajemos en la parada mas próxima, quiero que me digas como me llamo después de que yo te diga  como te llamas…

                Mañana por la mañana no quiero un verso en mi carpeta, quiero un beso para soñar despiertos.”

                José  A. Fernández Díaz  

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20 febrero 2014 4 20 /02 /febrero /2014 00:45

sirena-firmada-por-victor.jpg

                No sé si es locura o mi manera rara de mirar la realidad, no lo sé, pero es cierto que sueño con sirenas.

                De pequeño aprendí a andar bien sobre la piel áspera de la ciudad donde creía haber aprendido casi todo,  pero el mar estaba lejos y pocas veces pude disfrutar de esa otra realidad   con olor, sabor y textura propios. Soñaba con el mar y ahora sueño con sirenas con las que nunca podré pasear porque no se nadar.

                No me importa demasiado ser un torpe aprendiz de ahogado. No tengo miedo al ir y venir de las olas, tampoco a la profundidad del lugar donde navegan mis sueños.  Un día la vida que me lleva me sorprendió con uno de esos giros inesperados y me regaló  la compañía del mar. Hubo un tiempo en que iba a mi playa todos los días sin que tuviera importancia la hora o la lluvia, tampoco el frío.

                La primera vez que amé sobre la arena tibia soñé con labios de sirena… Aquella mujer y yo amábamos mi playa y nos descubrimos la primera vez queriendo enseñarnos nuestra verdadera piel agazapada bajo la ropa. Ella, hermosa como un sueño, no era una sirena pero si parte del mar y la playa donde yo perdía con frecuencia mi norte y mi sur…

                Nos amamos una noche de luna llena sobre la arena húmeda,  alcanzados una y otra vez por  las olas mansas y frías. Apenas nos importó… no sabíamos que se trataba de la última vez.

                Desde entonces las sirenas pueblan mis suspiros al pie del mar y son susurros apagados por el viento los días de tormenta y silencio cuando el mar es furia indetenible.

                Sueño con sirenas con las que nunca podré pasear porque no se nadar.

                José A. Fernández Díaz  

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19 febrero 2014 3 19 /02 /febrero /2014 00:49

salida-tunel-firmada.jpg

                 Puede que no me creas, seguramente no  eres capaz, pero hace algunos años me inventé un lugar para huir de mi mismo. Allí hemos estado juntos mas de una vez y apenas te puedes imaginar que aspecto tiene.

                Un día cualquiera, decidido a romper con aquellos que me habían engañado, descargué todas mis rabias sobre un inmenso papel en blanco, firmé y lo abandoné a su propia suerte en el registro de entrada del Ayuntamiento… Algún tiempo después descubrí que no estaba equivocado, que había conseguido ver mas allá de mi tontería. Al día siguiente, liberado de aquella tortuosa farsa,  alcancé a tocar con la punta de los dedos algo de felicidad. Hacía frío y al tiempo  un grato sol se desplomaba suavemente sobre las montañas hechas de árboles con historia anónima. Los pájaros se atrevían a hablarle a la mañana mientras yo solo era capaz de escuchar el rumor de mi pensamiento libre y el roce del  suelo de mis  zapatos sobre las piedras del camino.

                Uno no siempre tiene una dirección cierta cuando decide el lugar a donde no quiere ir. Yo sabía  eso, el lugar donde no me  espera nadie que quisiera encontrar y también que me importaba bien poco no saber a dónde iba a llegar  caminando de cara a otra luz.

                No sé si me perdí o en realidad terminé por encontrarme donde nunca antes se me hubiera ocurrido buscar; se que de repente llegué al final de algo, miré al fondo azul y respiré hondo. Aprendí a ser parte de las olas, de las nubes, del viento con perfume a mar… de la soledad justa.  

                José A. Fernández Díaz

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11 febrero 2014 2 11 /02 /febrero /2014 00:11

                Eclipse-firmada.jpgIntentando buscar la luz se encontraron con una noche súbita y también fugaz.

                Atadas las manos con los hilos de un sentimiento nuevo y  al mismo tiempo quizá tan viejo como la luz y la oscuridad, paseaban entre las ruinas de una ciudad inventada por los hombres,  para ser demolida a golpe de sinrazones e insensateces.

                Apenas ruido, apenas presencias, solo el crujido de algo que se rompe en las entrañas del tiempo, solo eso. Las calles desiertas y las sombras ajenas a la hora y al momento. Desde el interior de un bar vetusto y poco apetecible salía una de esas melodías que se hacen parte de nuestro disgusto a fuerza de ser escuchadas sin querer.

                -¿Bailamos? …

                -Estamos huyendo. Apenas tenemos tiempo para mirar a los lados.

                -Pero huimos de paseo…

                -Huimos, tonto, huimos.

                Y la melodía se escurría con pericia entre los bordes y las esquinas de la breve ciudad callada al tiempo que, en algún lugar entre el cielo y el infierno, dos amantes olvidadizos se hacían pedazos pensando que aquella podía ser, como siempre, la última vez. Llevaban atrapadas en sus memorias puñados de falsas últimas veces y eran inmensamente felices olvidando una y otra vez entre suspiros y gritos, besos dulces y salados, palabrejas y palabrotas. Entre unas cosas y las otras se buscaban en rincones pequeños y paraísos inexplorados sin mirar que por la ventana entraba el día que se iba haciendo viejo.

                A ellos, a los amantes llegó la melodía que ocupaba la calle y, poco a poco acoplaron el ritmo de aquella compleja tarea de perderse el uno en la otra, al compás de la música…

                -¿Bailamos?...

                Y bailaron, sobre el suelo de madera crujiente, muy cerca de la ventana para no perder ni una sola de las notas. Bajo la ventana pasaron aquellos dos que huían sin prisa, se detuvieron y ensayaron un beso largo e intenso que se convirtió luego en una mirada concisa y firme...

                Sin que importaran las razones el cielo comenzó a oscurecer, nacieron sombras y la temperatura de la realidad más próxima se desplomó unos pocos grados. Se hacía la noche, tan de repente que apenas tenía sentido el color de las cosas.

                Los unos al pie de la cama, abrazados, con la piel herida por el frío inesperado y furioso y los otros bajo la ventana, abrazados también, tras el último beso; temerosos de que se tratara del final del camino, decidieron celebrarlo con un beso más y ninguno menos, hasta dejar de sentir. Cerraron los ojos y se sintieron atrapados por una  oscuridad cada vez mayor hasta que el ladrido de los perros y el canto de los pájaros, acompañado de un placentero calor en  la piel, anunciaron la vuelta del sol.

                -Buenos días amor.

                -Buenos días.

José A. Fernández  Díaz.    

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6 febrero 2014 4 06 /02 /febrero /2014 00:51

auto-indefinido.jpg

                Reconozco que tengo una extraña habilidad para no mover objetos.

                Interpreto las palabras según el día y la forma de los labios que las dejan escapar.

                Aprendo casi siempre de los aciertos de los demás  pero soy incapaz de repetirlos.

                Soy mi propio ruido de fondo  mientras deambulo por la ciudad.

                Me gustan las mujeres que me miran como si fuera un bicho raro, me gustan  sinceras y contundentes.

                Odio ser el centro de mis fracasos.

                Soy una víctima de las frases celebres  de autores inventados.

                Leo para matar mi tiempo e impedir a toda costa que mi historia valga la pena.

                Sonrío cada vez que cierro un sobre porque me gusta pensar que se trata de decisiones sin vuelta atrás.

                Soy  un terrible soñador de historias con final feliz  y pesadillas románticas.

                Me gusta la música capaz de aplacar el ruido de mis pensamientos.

                Me gusta la música que me hace pensar.

                Soy un poco la prueba tangible de que uno puede llegar a ser lo que  la casualidad quiere que sea.

                Tengo una bandera, un nombre  y un himno  para la isla de mis locuras.

                No tengo isla pero si suelo firme donde poder resbalar con tranquilidad.

                No me gustan las flores que huelen a ambientador  en aerosol.

                Llevo un piercing en mi neurona.

                Tengo una camiseta para cada día de la semana pasada.

                Me gustan la ropa interior a juego con el estado del tiempo.

                Cambiaría mis cuarenta por mis treinta sin volver a mirarlos.

                Suspiro con frecuencia para inducirme a la pasión desenfrenada.

                Leo y luego insisto… pienso y vuelvo a leer y así hasta que sale la película.

                Apenas tengo tiempo para tener imaginación.

                Amar se me da mal. Nunca lo hice demasiado bien o eso dicen.

                Pintar pinto poco,  pero porque tengo miedo a las alturas.

                No me gustan los sitios pequeños y cerrados como las ideas anacrónicas y vergonzantes.

                Me gustaría ser mujer  por una o dos horas para verme vestido como  uno de los ángeles de   Victoria Secret  y odiarme para siempre por haber roto el mito.

                Odio las falsas sonrisas que se dibujan en  la cara esos modelos de modas imposibles.

                Seguiría pero es tarde y mañana toca madrugar…

                José  Angel Fernández Díaz                       

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5 febrero 2014 3 05 /02 /febrero /2014 01:05

rama

                Mal día para ir a cualquier sitio. Temporal de viento, lluvia y granizo. La carretera era poco más que una larga odisea plagada de sorpresas. Pero el  era feliz porque por fin se había encontrado con la mujer de su vida  y ya llevaban algo más de siete meses juntos. 

                Sobre la una  de la tarde salió de casa, abrazado a si mismo entre la gruesa tela de un abrigo, prescindió del paraguas porque el viento se ocupaba de convertir aquel objeto normalmente útil, en el más inútil y engorroso de los inventos. Corrió hasta  su coche  y cuando consiguió cerrar la puerta, se quitó las gafas y las limpió concienzudamente.  Encendió el coche y puso música para el camino; Luar na Lubre iba bien para un día así. Entonces salió a la carretera con destino a  las puertas de la facultad donde ella estaría esperando seguramente.

                Mas de una vez se encontró con grandes chaparrones de agua que casi lo obligaron a parar, pero quería llegar a tiempo. Ella era puntual y el tenía unas ganas terribles de mirarla a los ojos y escuchar esas gratas y casi siempre triviales anécdotas de clase … y plantar en la carne de sus labios algún que otro beso cuando menos se lo espera. Así que con mucho cuidado fue consumiendo los kilómetros hasta que consiguió verla abrazada a sus libros tras el cristal de la entrada. Aparcó en doble fila muy cerca de la puerta, bajó para acompañarla y juntos corrieron hasta meterse en el coche. Ella tiró los libros en el asiento de atrás y enseguida se abrazaron para hacerse uno en un largo beso y también para constatar lo mucho que se habían mojado… Rompió el encanto de aquel momento un conductor que no era capaz de pasar y tocaba la bocina reiteradamente. Se pusieron en marcha mientras ella buscaba entre las pistas del disco, que él llevaba puesto, uno de sus temas favoritos… un mágico instrumental interpretado con flauta, violín, guitarra… Comenzaba con el viento sopando entre las ramas de los árboles.

                El tiempo se recrudeció, llovía con mas fuerza y las granizadas se sucedían una tras otra … y el viento, el viento que torcía, hasta romper, la verticalidad del paisaje. Los árboles eran juguetes mansos y dóciles  que a pesar de su desnudez en muchos casos, cedían a la fuerza del viento como si fueran las telas de un velero…

                El se sintió tentado a sugerirle que quizá estaría bien comer en algún sitio y esperar a que lo peor del temporal remitiera. No lo hizo. Ella acompañaba con su voz la melodía  que llenaba el interior del coche y que lo convertía en una isla en medio de la tormenta… un paraíso, cálido y placentero. Ella confiaba ciegamente en él y no  podía imaginar que pudiera tener ni pizca de miedo. Pero lo tenía, si bien ella lo hacía fuerte y seguro.

                Conversaron a lo largo del recorrido y en los momentos más críticos, donde era preciso concentrar todos los sentidos en la carretera se hacía un gran silencio, roto tan solo por la música de fondo. Comenzó a granizar con fuerza y el viento lo complicaba todo aún más. Con el parabrisas colmado por el hielo y los limpiaparabrisas  casi inútiles en semejante trance, la visibilidad se hizo tan pobre que él decidió que debía parar. Cuando frenó suavemente, tras indicar la maniobra con el intermitente, fue alcanzado por detrás por otro vehículo que circulaba a gran velocidad, se desplazó hasta chocar con otro que circulaba en la otra dirección, entonces comenzó a pegar bandazos hasta que volcó girando varias veces sobre el asfalto y todo cuanto encontraba por el camino… Sintió o se sintieron parte de un extraño sueño o pesadilla súbita. Un millón de imágenes pasaron entre las paredes de la fantasía y de la realidad… sintieron romperse los cristales y la lluvia alcanzar de lleno el centro de su paraíso… sintieron que de repente la vida era una duda.

                Cuando todo acabó, el coche se había empotrado en el interior de una vivienda. Destrozado, irreconocible, bajo la lluvia y el viento, el motor terminaba por apagarse al tiempo que lo hacía la música que antes acompañaba amablemente el camino de regreso.

                El abrió los ojos y a duras penas pudo reconocerse atrapado en aquel amasijo de hierros… la buscó a su lado. Tenía la frente ensangrentada, el pelo llenó de barro y cristales, reposaba sobre el salpicadero del coche su silencio, su doloroso y súbito silencio… El se supo solo para siempre.

                Pronto aparecieron vecinos del lugar que no sabían bien  que hacer. No tardó en llegar la policía, ambulancias y bomberos… Se ocuparon de hacer su trabajo cuanto antes. Consiguieron  arrancarla de entre los hierros del coche e inmediatamente fue reanimada y llevada al hospital. También el fue rescatado,  pero hubo que  esperar, bajo la lluvia y el viento,  a que llegara el forense y se ocupara de levantar el cadáver…

                José A. Fernández Díaz.   

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4 febrero 2014 2 04 /02 /febrero /2014 01:09

                luna.jpg

                 Justo entonces, respondiendo a uno de esos súbitos antojos dio un curiosísimo salto entre las nubes y se desplomó sobre las olas hasta caer, cansada, sobre un mullido pero ruidoso manto de estrellas, tal vez de mar, tal vez, probablemente, de esas otras que no están tan cerca como todos creen y que además no tienen forma de estrella… Se conformó con eso y poco mas. Un chapuzón entre las piezas rotas de un puñado de sueños, otro en las sedosas y seductoras estelas que poco a poco se hunden entre los últimos suspiros de una tarde cualquiera y un penúltimo en medio de un suspicaz guiño a la noche mas rotunda… del último ya hablaremos otro día.

                Improvisó una fugaz melodía para arrullar cada una de sus confusas contradicciones y puede que hasta una letra,  para contarse a los demás como una penosa  forma de mirar en el turbio espejo de la realidad. Uno es lo que es y la luna no va a ser mas ni menos…

                José A.  Fernández Díaz.

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3 febrero 2014 1 03 /02 /febrero /2014 01:57

                baleo.jpg

                El viento arrancaba a las olas gestos  e intensidades difíciles de creer. Es posible que alguien llegara a presentir algún aviso solapado de que el fin del mundo estaba siendo organizado por las fuerzas de la naturaleza, pero,  so pena del viento intenso y helado, así como alguna que otra nube cargada de lluvia repentina y fugaz, el Poeta y el Loco caminaban, como de costumbre,  con dirección al mar.

                Caminaban en silencio, en medio de un silencio acompasado y falso como la bondad de la tarde. Falso porque el ruido de los pensamientos que ambos llevaban como  escueto equipaje era casi un latido furioso y constante.

                Se encontraron con la playa bañada por el mar y ocupada en su totalidad por aguas agresivas y sin embargo gratas a la vista. Más allá no había horizonte. Olas y nubes se confundían al fondo del escenario y dibujaban un trazó torpe y confuso que recordaba  cosas como la vida o incluso la amistad…

                -Has visto Poeta, has visto eso que llaman horizonte allí al fondo donde  tendría que estar?

                -Está, amigo mío, está confundido entre los techos de las olas y el suelo de las nubes mas bajas. Me recuerda que un día hice planes para el futuro, pensando que tal cosa existía y  a  aquello se me ocurrió llamarlo horizonte. Horizonte que terminó siendo como ese que tenemos allí al fondo…

                -Cual?... yo no soy capaz de verlo.                                                                   

                -Pues ese mismo que no eres capaz de ver, deforme, desdibujado, incierto, variable… Tienes algo para beber…

                El loco extrajo del bolsillo de su viejo abrigo una pequeña botella colmada del licor de hierbas que ambos gustaban compartir. Destapó  el frasco y lo ofreció a su amigo, el poeta.

                -Gracias. Hoy más que nunca  se agradece  este dulce y cálido quitapenas.

                -Se agradece tanto como la compañía aún silenciosa de un espíritu sincero de camino a ninguna parte. Porque ambos vamos a ninguna parte. Yo me he perdido entre las calles de la realidad y aún no he querido aprender a volver y tu, tu, poeta, no quieres saber nada de lo que llaman futuro.

                -Bebamos y disfrutemos de esto que está pasando y que es real sin mas. Ni ha sido mejor cuanto hemos dejado atrás ni tenemos garantía alguna de que lo sea lo que no sabemos si llegará a suceder. No quiero decir que no guarde buenos recuerdos de mi juventud y de aquellos tiempos de libertad y sana locura e insensata manera de entender la vida. Quien no quisiera recuperar todo aquello?... Pero todo aquello solo era posible con aquella edad y con la vida en aquel instante justo. Pasados los años decidimos cambiar, como una apuesta propia o por culpa de las circunstancias, y dejar atrás un tipo de libertad para buscar otra.

                -Será eso madurez?. Acaso perdernos adrede en esta carrera loca  de todos los días tiene sentido si se nos ocurre compararlo con el estado de felicidad que  dejamos atrás?... Tal vez mi opinión no sea muy fiable, yo mismo dudo después de hablar, pero es que no soy capaz de entenderme hoy haciendo aquellas locuras  de hace ya muchos años, porque ahora me toca hacer el trabajo que entonces hacían mis padres. La vida tiene sus tiempos marcados y uno no es mas que un juguete de la realidad. Yo cambié un placentero soñar a diario, dormido y también despierto, por pesadillas recurrentes que me persiguen y que de alguna manera estoy obligado a atajar.  Un día fui capaz de leer en el cada día una realidad bien distinta a la de mis sueños y terminé por entender que el mundo a mi medida se iba quedando poco a poco en la adolescencia.

                -Así es. Es imposible vivir para siempre anclado en los suelos del pasado. No somos lo que éramos y podríamos llegar a perder la oportunidad de ser mejores si no vivimos el cada día. Cada cosa en su lugar y en su momento.

                Ambos respiraron hondo el fuerte olor a mar y dejaron que el viento se llevara las últimas palabras. Bebieron de la misma botella  mientras el silencio se iba colmando con la voz del viento y el ir y venir de la olas. En algún lugar del mar una  Sirena echaba de menos estar cerca para escuchar y mirar a su Poeta.

                José A. Fernández Díaz.

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31 enero 2014 5 31 /01 /enero /2014 00:07

He-visto-llover.jpg

                Puede que alguien más hubiera visto llover y escuchado llover, y también puede que alguien más se apure a decir que las calles tenían una curiosa luz, alargándose sobre los charcos y riachuelos que corrían, con torpe locura,  buscando el mar probablemente. Puede que no fuera yo el único, es posible, pero, sin duda,  solo yo me he fijado con tanta atención en un puñado de frases que navegaban calle abajo, arrastrando poco a poco otras que resistían mas mal que bien  a la  intensa corriente. Solo yo me ocupaba de hacerlo mientras el resto  de seres humanos corrían bajo sus paraguas huyendo de la lluvia.

                Sentado al pie de una farola, miraba como la ciudad iba cambiando poco a poco,  al tiempo que una ruidosa tromba de agua se desplomaba sobre el suelo de la realidad mas a mano y yo, maravillado, me dejé estar y conquistar por cierta sensación de exquisita libertad; como cuando era pequeño y huía  al patio del colegio para ser herido de suerte por la furiosa descarga de las nubes o nubarrones, o cuando, pasados los años, me hice mayor y decidí estrenar el amor,  sobre la arena,  penetrada furiosamente por las agujas de cristal de una tormenta inolvidable.  Aprendí, pues, a leer frases de esas que discurren sobre el agua de lluvia, un día  que confundí lluvia con magia. Desde entonces veo llover siendo parte de la lluvia, porque me he percatado que de paseo, bajo el paraguas, no existe la magia. También decidí no madurar para ser capaz de seguir soñando bajo la lluvia.

                Puede que a alguien interese saber que dicen esas frases fugaces que se encuentran con otras hasta descolocarse y crear verdaderas sopas de letras. Tengo una memoria terrible pero creo recordar que hoy fui capaz de leer  “no somos esperanza perdida” y “tomaremos las  calles para reconquistarnos”… también, creo “no me leas desde el balcón, ven conmigo a pasear entre la gente, ven y grita”. Casi nadie me cree cuando cuento estas cosas, pero me ven bajo la lluvia disfrutando de mi libertad rescatada.  Conozco las caras de quienes viajan bajo los paraguas y también de las de aquellos que aprovechan las cornisas y los portales,  para aventurarse  entre chaparrón y chaparrón… los conozco por que los veo y los he visto. Y, cómo no, las de unos pocos que ven llover desde el centro de la lluvia mirándola a la cara.

                Hoy he visto llover…

                José A. Fernández Díaz 

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  • : El blog de atrapado-en-la-esquina-verde
  • : Allí donde los verdes son variados e intensos, los mares furiosos algunas veces y otras tan pacíficos que son como el cielo azul, allí donde la tierra tiene antojos, perversamente montañosa algunas veces, suave y generosa otras, escarpada y escabrosa cuando quiere, fértil siempre; donde el sol se esconde enamorando la mirada o encogiendo el corazón. Aquí estoy gustosamente atrapado y describo el reflejo de mis profundas intenciones... Desde Galicia, mi esquina verde.
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