Al día siguiente todo fue igual. Habían descolgado de la pared un año gastado y consumido para colgar otro nuevo con trescientos sesenta y cinco días de esperanza, uno tras otro, eso y nada más. Y era el entretanto lo que mas preocupaba. ¿Cómo llenar la mentira entre un año que comienza y otro que termina?...
Hoy me encontré con un anuncio de la tele en el que una madre dice a su hija: “vamos a jugar un juego, yo te doy un bocadillo de pan con pan – y le ofrece un trozo de una barra de pan abierta en dos-, y tú te imaginas lo que lleva dentro”. Tras las palabras que no son un juego, desde luego, la abraza y rompe a llorar… No es un juego destinado a potenciar la imaginación, no es una mentira inventada para rompernos el corazón, tampoco un extraño caso aislado, es la más cruda realidad dibujada con suavidad para explicar lo que pasa. Digo suavidad porque en la mayor parte de los casos es preciso imaginar también el pan.
Parece que el anuncio corresponde a una Organización no Gubernamental que pide ayuda para alimentar niños y familias. Esta es la realidad actual. El sistema recrudece el acceso a las cuotas mínimas de supervivencia porque el paro crece, las ayudas desaparecen, el acceso a la sanidad se complica hasta desaparecer, la educación resulta un bien caro y las políticas inhumanas tienen como objetivo eso que llaman macroeconomía y que nada tiene que ver, que curioso, con quienes la sostienen en definitiva.
Para paliar la miseria y las necesidades existen organizaciones de seres humanos, ajenos a intereses económicos, dotadas esencialmente de corazón y sentimiento, de sensibilidad e inocencia…
Es esta inocencia, que nace de la bondad, la que corrige las desviaciones del sistema, la que hace que en los datos macroeconómicos no existan caras e historias dolorosas. Si quienes pueden hacerlo, en mayor o menor medida, colaboran con los que nada tienen, salvan con su esfuerzo la desigualdad que solo conduce a la miseria y que crea el sistema, con el nada despreciable e inestimable apoyo de la clase política que legisla a favor del poder económico. Así semejantes datos no aparecen en las estadísticas oficiales.
Ayer todos deseábamos un feliz año nuevo y eso es normal, pero si miramos alrededor, unas pocas horas después nada ha cambiado. El genio de la botella no estaba en al fondo del vino, del cava, del champán o de la cerveza, por muy Estrella Galicia que fuera. Y no es que tarde en cumplir nuestro deseo… no, nosotros hemos cumplido los deseos del mercado; hemos consumido sin medida lógica, hemos sido generosos seguramente, como manda la tradición.. pero hoy todo sigue igual y no va a cambiar hasta que obliguemos a los políticos que nos representan, esos del gobierno y también de la oposición a que tengan el valor de volver a ser parte del pueblo. Que comiencen por cobrar un sueldo justo y justo significa igual al de un ciudadano medio, que se apliquen criterios de responsabilidad, como los que tienen los trabajadores, esos a los que cada vez es más fácil despedir… Que sean pueblo y no clase que mira desde arriba, que sufran la aplicación de la justicia como todos los presuntos delincuentes. Que tengan valor de decir lo que piensan de verdad respecto a los privilegios de la corrupta casa real y se apliquen en determinar cual debe ser el futuro de este país…
Lo que verdaderamente duele es que exista el miedo de salir a las calles, aunque se note que está en camino un miedo mayor que provocará una estrepitosa revolución necesaria y deseable que se llevará por delante toda esta farsa ideológica en forma de partidos, sindicatos e incluso asociaciones o fundaciones…
Es preciso colaborar con quienes ayudan voluntariamente a los más necesitados pero imprescindible luchar, con las herramientas que fueran precisas, para que este no solo no se normalice sino que además desaparezca.
Habremos vencido al sistema el día en que ningún niño tenga que comer gracias a las limosnas, habremos alcanzado la libertad cuando ningún niño tenga que imaginar lo que hay entre dos trozos de pan o el sabor del pan.
José A. Fernández Díaz