Llovía mientras te miraba abandonada sobre la cama, construyendo sueños desechables o para olvidar justo antes de despertar… Llovía con ruidosa persistencia y oscura pasión, mientras la gata jugaba a atrapar las gotas que, vivas, se descolgaban por el cristal de la ventana, que nos separaba, casi siempre, del mundo que tan poco se parecía al que habíamos inventado una tarde de domingo cualquiera; una tarde alojada en la memoria tuya y mía y entre algunos árboles de un bosque anónimo conquistado…
En un lugar de nuestro hogar, un reloj marcaba los segundos con una monótona cadencia de pulsaciones… mientras llovía, mientras mis palabras, antes reservadas al pensamiento, se hacían susurros al pie de tu oído… “te quiero, y quiero quererte cada día mas… te quiero querer con locura y con locura no dejar de querer quererte… te quiero en silencio y con ruido te quiero, con un querer cautivo, ajeno, inexplicable… te quiero querer en ausencia y también en carnal presencia quererte… te quiero querer con egoísmo impropio y propio querer sin límites…Te quiero cosita… te quiero mientras llueve; mientras sueñas sueños que nunca podrás contarme te quiero… te quiero…sabes que te quiero”.
Desde el otro lado de la puerta que nos atrapaba gratamente, llegaba una melodía simple y deliciosa como una manzana dulce y cremosa. Entonces despertaste, en medio del alimento con el que mantenía vivos mis sentidos: rumor de lluvia, luz con fragancia a tarde tormentosa, perfume a ti, sabor a un penúltimo beso colgando entre los labios…
-Hola, he dormido mucho verdad?...
-No se bien cuanto has dormido porque me entretuve contando gotas de lluvia…
-¿Por qué contabas gotas de lluvia?...
- Porque no había estrellas…
José A. Fernández Díaz