El viento arrancaba a las olas gestos e intensidades difíciles de creer. Es posible que alguien llegara a presentir algún aviso solapado de que el fin del mundo estaba siendo organizado por las fuerzas de la naturaleza, pero, so pena del viento intenso y helado, así como alguna que otra nube cargada de lluvia repentina y fugaz, el Poeta y el Loco caminaban, como de costumbre, con dirección al mar.
Caminaban en silencio, en medio de un silencio acompasado y falso como la bondad de la tarde. Falso porque el ruido de los pensamientos que ambos llevaban como escueto equipaje era casi un latido furioso y constante.
Se encontraron con la playa bañada por el mar y ocupada en su totalidad por aguas agresivas y sin embargo gratas a la vista. Más allá no había horizonte. Olas y nubes se confundían al fondo del escenario y dibujaban un trazó torpe y confuso que recordaba cosas como la vida o incluso la amistad…
-Has visto Poeta, has visto eso que llaman horizonte allí al fondo donde tendría que estar?
-Está, amigo mío, está confundido entre los techos de las olas y el suelo de las nubes mas bajas. Me recuerda que un día hice planes para el futuro, pensando que tal cosa existía y a aquello se me ocurrió llamarlo horizonte. Horizonte que terminó siendo como ese que tenemos allí al fondo…
-Cual?... yo no soy capaz de verlo.
-Pues ese mismo que no eres capaz de ver, deforme, desdibujado, incierto, variable… Tienes algo para beber…
El loco extrajo del bolsillo de su viejo abrigo una pequeña botella colmada del licor de hierbas que ambos gustaban compartir. Destapó el frasco y lo ofreció a su amigo, el poeta.
-Gracias. Hoy más que nunca se agradece este dulce y cálido quitapenas.
-Se agradece tanto como la compañía aún silenciosa de un espíritu sincero de camino a ninguna parte. Porque ambos vamos a ninguna parte. Yo me he perdido entre las calles de la realidad y aún no he querido aprender a volver y tu, tu, poeta, no quieres saber nada de lo que llaman futuro.
-Bebamos y disfrutemos de esto que está pasando y que es real sin mas. Ni ha sido mejor cuanto hemos dejado atrás ni tenemos garantía alguna de que lo sea lo que no sabemos si llegará a suceder. No quiero decir que no guarde buenos recuerdos de mi juventud y de aquellos tiempos de libertad y sana locura e insensata manera de entender la vida. Quien no quisiera recuperar todo aquello?... Pero todo aquello solo era posible con aquella edad y con la vida en aquel instante justo. Pasados los años decidimos cambiar, como una apuesta propia o por culpa de las circunstancias, y dejar atrás un tipo de libertad para buscar otra.
-Será eso madurez?. Acaso perdernos adrede en esta carrera loca de todos los días tiene sentido si se nos ocurre compararlo con el estado de felicidad que dejamos atrás?... Tal vez mi opinión no sea muy fiable, yo mismo dudo después de hablar, pero es que no soy capaz de entenderme hoy haciendo aquellas locuras de hace ya muchos años, porque ahora me toca hacer el trabajo que entonces hacían mis padres. La vida tiene sus tiempos marcados y uno no es mas que un juguete de la realidad. Yo cambié un placentero soñar a diario, dormido y también despierto, por pesadillas recurrentes que me persiguen y que de alguna manera estoy obligado a atajar. Un día fui capaz de leer en el cada día una realidad bien distinta a la de mis sueños y terminé por entender que el mundo a mi medida se iba quedando poco a poco en la adolescencia.
-Así es. Es imposible vivir para siempre anclado en los suelos del pasado. No somos lo que éramos y podríamos llegar a perder la oportunidad de ser mejores si no vivimos el cada día. Cada cosa en su lugar y en su momento.
Ambos respiraron hondo el fuerte olor a mar y dejaron que el viento se llevara las últimas palabras. Bebieron de la misma botella mientras el silencio se iba colmando con la voz del viento y el ir y venir de la olas. En algún lugar del mar una Sirena echaba de menos estar cerca para escuchar y mirar a su Poeta.
José A. Fernández Díaz.