25 agosto 2013
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Tomó entre sus manos con cariño y luego con pasión, aquella llave mágica que tenía la virtud de estar destinada a abrir de par en par las puertas de cielos e infiernos… Pulsó suavemente una cuerda y luego otra sin apenas dudar, y poco a poco el corazón de la bestia comenzó a latir… Pronto aquello fue música, una manera de decir las cosas mirando a la cara, con el arma menos mortífera de cuantas se han inventado…
José A. Fernández Díaz