Con la que aún no era su cerveza de lata en la mano, clavó la mirada en los ojos cansados de la cajera. De fondo sonaba “cuando zarpa el amor” y en aquel lugar no había mas que dos almas, una con ganas locas de arrancar una historia nueva y la otra con un deseo terrible de que llegara pronto la hora de hacer caja…
Al otro lado de la puerta corredera automática, se desplomaba el cielo sobre el asfalto acharolado. Algún árbol asomaba tímidamente por uno de los lados y por el otro un contenedor de basura con su gran tapa rebotando la lluvia intensa.
-“Lo ves?, llueve y no de cualquier manera, llueve con ganas atrasadas y con una cierta tendencia a no desistir pronto. Me temo que mi religión impide que vuelva a casa nadando y si bien puedes cuestionar la veracidad de semejante postulado, estoy seguro de que estarás conmigo en que, aún lloviendo con tan poca mesura, no ha de resultar fácil iniciar brazadas entre la duda razonable de si el despreciable líquido es o no suficiente como para perecer ahogado o desgastado por fricción… En realidad, no es tanto por mi religión sino mas bien por las ganas de no irme; y en realidad las ganas de no irme nada tienen que ver con esa lluvia ciertamente oportuna, sino mas bien y tan bien, he de reconocer, que con el hecho demostrable de que el deseo de escucharte me supera de mucho tiempo a esta parte… Creo que te quiero querer…
Lo sé, se que me has mirado mal porque no es champan lo que vengo a comprar, tampoco vino del bueno. Se que esta cerveza, que tampoco voy a tomar esta vez, es la mas barata de la tienda y se que no sabes que mi perro tiene debilidad por esta bebida y que pronto, en cuanto llegue a casa ocupará su rincón en la sala, a mis pies y exigirá se la sirva en su plato preferido bajo una buena capa de espuma, que terminará colonizando su morro. Me has mirado mal pensando tal vez que el borracho soy yo cuando en realidad se trata del cuadrúpedo con el que vivo y al que no me canso de hablarle de ti…
Ayer, ayer por la noche te soñé como si en mi vida no hubiera otra cosa. Esa música que te acompaña, el perfume diverso y efímero, encajonado entre pasillos y que me transporta, ahora al verano en la sección de friegasuelos con olor a violetas o pino, mas tarde a las primeras horas de la mañana con el pan recién hecho…, el campo en primavera, dibujado con tonos densos entre las verduras y las frutas, bucólico, desde luego y afrancesado el perfume de los quesos que me transportan a largas y densas charlas, bajo la noche tal vez estrellada, sobre la inconmensurable levedad del ser… Y el no ser en el que termino redefiniéndome, cuando aterido por el frio contacto visual en la zona de congelados, pierdo los sentidos que son solo para ti. Aterrizo, casi siempre o siempre casi, entre piezas desencajadas de montañas hechas de sueños para mi Damian y su loca pasión por la cerveza mala. Cuando abandono aquel infierno de latas y botellas viajo a ti, a este cielo que te contiene y en el que, como habrás notado tal vez, dilato mi tiempo de estar y permanecer, fingiendo ser engañando por ancianitas que se cuelan, como si no fuera cosa mía el querer estar aqui mas tiempo.
No se cuantas veces he leído tu nombre en esa placa que adorna el norte de tu corazón y alguna vez, con razonable timidez, me he atrevido a decir: gracias Jenny… Jenny, Jenny, así, con ese aire exótico, Cosmopolitan, de ultramar. Tampoco sé cuantas veces me he ido acariciando el ticket que pones en mi mano con el dinero de vuelta y hasta me he atrevido a buscar el perfume de tu piel sobre la prueba de que he estado contigo y a tu lado…
Creo que te quiero querer desde la primeva vez que te vi venir con un carrito a rebosar de papel higiénico suave y de doble capa. Se me antojó pensarte convertida en ángel navegando sobre nubes efímeras. Desde entonces esa es mi marca, suave y sutil como aquel recuerdo… y revivo aquel instante dos veces al día, todos los días con puntualidad inglesa.
Ya ves hoy llueve y estamos atrapados en este lugar, tan solos que, aparte del ruido que hacen los congeladores y el fondo musical, casi podemos escuchar el furioso latido de los corazones que nos mueven. Y esta confesión mía, que ya no tenía fuerzas para esperar a salir es seguramente una sorpresa que hará de la lluvia el escenario del mas hermoso de los momentos…
Pensarás que estoy un poco loco pero así soy yo… ¿Qué me dices?”
-Que tenemos el arroz redondo que no se pasa a un euro treinta el Kilo…
José Angel Fernández Díaz.